Probablemente habrás notado que todos los vinos llevan en su descripción sus aromas afrutados. Ya sea blanco, rosado o tinto. En los blancos, aparecen frutas con semilla, tropicales, verdes y cítricos. En los rosados, los frutos rojos, así como en los tintos, que también tienen aromas de frutos negros.
Aqui, en WINE, estas atribuciones se utilizan para explicar las características aromáticas de los vinos.
Esta nomenclatura es una cuestión técnica utilizada en todo el mundo. Pero eso no significa que el vino se haya elaborado con melocotón, durazno, piña, fresa o moras.
¡No! El vino se elabora exclusivamente con uvas, sin añadir ninguna otra fruta o sustancia aromática. Lo que confiere estos aromas frutales a la bebida es su proceso de elaboración la llamada vinificación.
¿Qué son los aromas del vino?
Los aromas afrutados de los vinos se encuentran dentro de dos categorías aromáticas: primarios y terciarios. Los aromas primarios aparecen después de la fermentación. Algunos provienen de la uva y otros se crean durante el proceso de fermentación.
Son aromas que remiten a la fruta fresca, la cáscara y la pulpa en su forma original. Los aromas terciarios son generados por el proceso de envejecimiento al que se somete el vino.
En el caso de los aromas frutales, provienen del envejecimiento enbotella. En este proceso, la bebida está protegida del contacto con el oxígeno y esto modifica los aromas primarios. Es decir, los aromas que eran de fruta fresca se convierten en características de la fruta seca, o de la mermelada ojalea de fruta.
Hay otro punto que interfiere en los aromas de la fruta: el clima. Las regiones en las que hace mucho calor tienden a desarrollar aromas de mermelada o gelatina de frutas, incluso en los vinos jóvenes, que no han sido sometidos a envejecimiento. El clima muy caluroso hace que las uvas se sobremaduren y, por tanto, exuden aromas de fruta cocida.
Hay una atención redoblada con las uvas de piel blanca (o de piel verde). Las altas temperaturas durante el cultivo, la vendimia o la vinificación pueden anular los aromas de la fruta fresca, que son sumamente importantes para dar la sensación de frescura del vino blanco. De lo contrario, el vino se vuelve pesado. Además, la sobremaduración puede destruir parte de la acidez, otra característica indispensable para los vinos blancos.
Algunas regiones utilizan deliberadamente uvas “pasificadas” para elaborar vinos tranquilos secos o semisecos. Como el Véneto, en el norte de Italia, que emplea el apassimento (passito o pasificación para la producción del emblemático Amarone. La técnica consiste en secar las uvas en un lugar cerrado antes de la fermentación. Esto aporta una gran complejidad de sabores y aromas, y el vino adquiere notas de mermelada, frutas confitadas y secas, así como más estructura.
La fruta importa
Los aromas afrutados del vino dicen mucho de él. Su análisis permite conocer su composición, proceso de elaboración y tiempo de envejecimiento. Si en tu copa hay un vino tinto con aromas de mermelada de ciruela, por ejemplo, puede sacar dos conclusiones antes incluso de llevarse la bebida a la boca: ha sido elaborado en una región muy cálida o ha envejecido en la botella.
Asociar los aromas con otros elementos que te gusten del vino, pueden facilitarle la eleccióny ayudarte a hacer la compra adecuada para cada ocasión. En WINE, la descripción detallada de los aromas de las etiquetas está cuidadosamente elaborada para que nuestros socios puedan elegir según sus preferencias.
Si has probado un vino con aromas de fresas frescas y te ha gustado, busca otro con esa característica.
Otro punto interesante para distinguir los aromas afrutados del vino, es poder utilizarlos para crear maridajes sorprendentes. Los aromas frutales pueden dar una pista de quéreceta preparar o qué plato elegir para acompañar el vino. Por ejemplo, si su vino tiene aromas de fruta de la pasión (maracuyá), puedes preparar un pescadoy rociarlo con una salsa de esta fruta. Se trata de una elección muy intuitiva y, por tanto, fácil de realizar incluso por quienes no dominan las técnicas de emparejamiento o maridaje.
Teniendo una base de aromas afrutados, se puede pasar a otros como el de las verduras, las hierbas y las especias, y crear combinaciones en las que el alimento tenga un sabor que se asemeje al aroma elegido. Por ejemplo, para acompañar un Cabernet Sauvignon con aromas herbáceos, prepara una carne con salsa de hierbas.
De esta forma, en poco tiempo habrás dominado dos técnicas: el análisis olfativo y el emparejamiento, obteniendo una experiencia más completa.
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